miércoles, 28 de noviembre de 2012

INTRUSOS EN NUESTRO PROPIO PAÍS - PRIMERA PARTE


INTRUSOS EN NUESTRO PROPIO PAÍS - PRIMERA PARTE


Memorias de Cartagena de abril del 2012 


Este año se celebró en Cartagena de Indias, Colombia, la VI Cumbre de las Américas, un enorme acontecimiento que reunió a la mayoría de los presidentes de América para debatir temas políticos comunes y concertar acciones para enfrentar las problemáticas que atraviesan los distintos países del continente. Simultáneamente se llevaba a cabo otra cumbre en la ciudad, la Cumbre de los Pueblos, como una alternativa para socializar las verdaderas necesidades que atañen el pueblo latinoamericano. Y muchos participantes se dirigían a la ciudad a aportar en ese espacio que sí les pertenecía. 


Desde Medellín, muchos viajamos con la esperanza de ser escuchados; sin embargo, La Heroica optó por azotarnos y decepcionarnos, por casi acabar con las expectativas de cambio. Esto sucedió: 


El viaje, que sugería ser enaltecedor y productivo, infundió en todos los compañeros un pensamiento positivo y una actitud motivada que se vio afectada deliberadamente por la lamentable intromisión de –nuestra buena amiga– la fuerza pública. 


Sí, no alcanzan los dedos de las manos para contar las veces que hubo que desabordar el bus para ser requisados, como decía uno de los viajantes, “hasta las huevas”. Y varias veces nuestras cédulas estuvieron en las manos de los tombos, que, “cumpliendo con su labor”, se cercioraban de que ninguno de nosotros fuese una amenaza en potencia para la cumbre… o no, no nos mintamos, más bien una amenaza en potencia para ese sujeto cuyo nombre resonaba en las calles de Cartagena y toda Colombia, la marioneta de los de la money, Barack Obama. 

No obstante, las enumeradas paradas del bus por los retenes no se llevaban consigo las miradas expectantes del grupo a la espera de atisbar al fin el cartel que pone “Bienvenidos a Cartagena” y, asimismo, gritar imitando a aquel viejo comercial famoso donde sus actores felices cantaban: “¡Llegamos a Cartagena, llegamos a Cartagena!”. Entonces, en medio de los comentaros inconformes y las caras largas, moldeadas por quince horas de viaje de las que debieron ser doce, ya se dibujaban detrás de las ventanas del termoking el Cerro de la Popa, unas murallas que representan el “orgullo” de un país y una enorme en imponente bahía que constituyen a La Heroica, donde aguardaba por nosotros el verdadero martirio. 

Cartagena era, para ese entonces, sólo una parte de Cartagena, llamada Boca Grande, donde el mismo cartagenero debía abstenerse de deambular, donde cualquier colombiano con documentos en mano era considerado abiertamente alguien que no debía estar allí. 


Y es que es impensable la manera en la que las dinámicas adoptadas por la ciudad en aquellos días acabaran con la motivación, los ánimos y la paciencia de un grupo de 42 personas que iban dispuestas a alojarse frente al glorioso Hilton. Y no cualquier grupo de personas, un grupo de colombianos que iban por su ración de playa, brisa y… gas, obligados a ocultar los verdaderos motivos de su visita, motivos que estaban demasiado claros hasta para Juancho, el señor que vendía empanadas y avenas; motivos disimulados en aras de no ser más más atropellados por la propia patria. 


Cansados, con la determinación a rastras, hediondos como lo propiciaba el día ajetreado y la temperatura al nivel del mar, después de dejar el bus a unas cuadras del edificio “Los Conquistadores”, el lugar contratado para nuestro descanso, se decidió caminar para aprovechar lo máximo posible los vestigios de un día que ya se había perdido en el horizonte, en el corte azul que divide al mar del cielo. Pero una vez dimos los primeros pasos, como chicle, como novia intensa y celosa, nuestros queridos amigos vestidos de verde se nos pegaron y dibujaron la línea imaginaria de la cual no pasaríamos, diciendo que para Los Conquistadores por supuesto que no íbamos, o que por lo menos debíamos ser requisados por enésima vez y entregar de nueva cuenta las cédulas, haciendo caso a las exigencias del gobierno de los Estados Unidos. 

¡Acaso no era nuestro país, nuestra tierra, nuestro mar! Y pensar que en ese momento no imaginábamos el resto de abusos y opresiones que aguardaban por nosotros.


Colectivo Independiente
Desde el 12


"Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror.
Haga circular esta información”.
Rodolfo Walsh

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