Camila Botero
Cardozo
cboterocardozo@gmail.com
Fotografía: K-milo Rios |
En
su libro Pedagogía del Oprimido, el
investigador Pablo Freire hace un especial énfasis en lo que él llama la
educación bancaria. Dice Freire, “En lugar de comunicarse el educador hace comunicados
y depósitos que los educandos, meras incidencias u objetos, reciben
pacientemente, memorizan y repiten. He aquí la concepción bancaria de la
educación, en la que el único margen que se ofrece a los educados es el de
percibir los depósitos, guardarlos y archivarlos”.
Repetir
y repetir, todo lo que dice el profesor, en eso se nos va la vida. Que las
tablas de multiplicar, que las capitales de países que ni siquiera sabemos
dónde están, cuáles son sus problemas económicos, políticos, sociales. Llegamos
a la universidad, donde se supone, convergen todos los elementos para que
empecemos a pensar por cabeza propia y no. Repetimos discursos de uno y otro
lado, del que más nos convenza o nos convenga.
Lo
que nos hace falta es una educación que realmente transforme, que nos lleve a
los confines filosóficos del pensamiento y nos enseñe a resolver las cosas por
medio del método científico, ese que asegura que la realidad se puede conocer y
que al conocerse, se puede transformar.
Es
apenas normal entonces que, en cada texto que hagamos repitamos las mismas
cosas que han depositado en nosotros, con ciertas rabias acumuladas, ciertos
lugares comunes y ciertas historias contadas con un mismo ritmo (en la mayoría
de ocasiones lastimero o de autoayuda). Los profesores en su mayoría, no dicen
nada, nos lanzan a la práctica como si esta fuera la panacea de la educación y
sí, es cierto que sin práctica no hay teoría, pero también funciona en sentido
contrario, sin teoría la práctica se nos convierte en algo banal, sin sentido.
Terminamos entonces endiosando a ciertos personajes que, probablemente escriban
bien pero que se les ve y se les lee siempre repitiendo el mismo discurso. Y
por el otro lado, endiosando con igual o mayor énfasis a ciertos profesores que
escriben con una prosa elocuente y tienen muchos postgrados pero que no saben
cómo enseñar sin que esto se les convierta en una transacción bancaria.
No
es que no haya profesores buenos o comprometidos o estudiantes que realmente
quieran empezar a pensar con cabeza propia y a transformar, los hay, pero es
muy difícil nadar contra la corriente, pretender pensar de manera diferente en
una sociedad que no solo mata al que lo hace sino que lo suprime socialmente,
lo hace a un lado y pone a todos a marchar contra este individuo. Una sociedad
en la que la educación así sea bancaria no está asegurada para todos, sino para los que tienen dinero por lo menos
para costear comida y pasajes.
Erich
Fromm en su libro Ser y Tener plantea
algo parecido sobre la educación: “En el modo de existencia de tener los
estudiantes asisten a clases, escuchan las palabras del maestro y comprenden su
estructura lógica y su significado. De la mejor manera posible, escriben en sus
cuadernos de apuntes todas las palabras que escuchan; así más tarde podrán
aprender de memoria sus notas y ser aprobados en el examen; pero el contenido
no pasa a ser parte de su sistema individual de pensamiento, ni lo enriquece ni
lo amplía”.
Fotografía: Hardly Anyone |
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