martes, 7 de febrero de 2012

¿DÓNDE ESTÁ LA PAZ DE COLOMBIA?


¿Dónde está la paz de Colombia?

Por: Stiven Loaiza

Por estos días resuena en los medios de comunicación y en diferentes lugares de expresión, tanto amañados como libres, las voces e ideas sobre la paz colombiana. Este tema es polémico, álgido, pero lamentablemente poco discutido en la población en general; suele pasar desapercibido con un precepto único, el cual dictamina el estado colombiano y no es evaluado críticamente, sino que se absorbe como verdad única y absoluta. En ese sentido, la paz colombiana se simboliza principalmente con la destrucción de la insurgencia.

Esa visión es atroz, sesgada y realmente estratégica para los intereses mercantiles y militares de este país, pues vuelca todo un problema social hacia un problema militar, argumentando casi cualquier situación desfavorable para el país con el ideario de acabar la rebeldía de un pueblo que clama justicia, libertad, equidad y paz. ¿Acaso el problema es que la gente desee dignidad? Lo más probable es que si, que ese en verdad sea el problema, pero para la burguesía nacional e internacional.

Como observamos, el Estado no tiene intención de acoger el clamor del pueblo, pues éste va en contravía con las ideas capitalistas y en esta sociedad prima el dinero por encima de cualquier cosa, hasta la vida. En esa dirección, es imposible alcanzar la paz, pues qué más violento que un niño sin comida, qué más violento que un pueblo sin educación gratuita y de calidad, qué más violento que unas masas enfermas y desprovistas de bienestar, cultura, deporte, etc. La paz en Colombia no es posible, porque al enfermo, al hambriento, al destechado, al desplazado sólo le queda levantarse y pelear por sus derechos, por su dignidad, por su humanidad.

Es así que se nos engaña, queriendo argumentar que la paz del país esta supedita a la eliminación insurgente. Esto es falso, es una mera estrategia política e ideológica, lo han llamado comunismo,  ahora se llama terrorismo, etc. Son sólo estrategias imperialistas para acabar cualquier anhelo de cambio hacia la dignidad y la justicia social.

Por eso no podemos malentender la paz, ésta no se logra con simplemente parar las balas, la paz entendida en un sentido político amplio y social en el cual exista la vida con contradicción, con problemas, pero que éstos no radiquen en la desdicha y en la destrucción de la dignidad del humano, tiene que ser construida y no decretada. Esa paz se alcanza cambiando el sistema de raíz, esa paz es utopía, esa paz es revolución.
Ahora bien, si vamos a hablar de la solución dialogada de un conflicto político y armado como el que vive Colombia, tenemos que tener en cuenta además de los elementos anteriores, algunos otros que nos darán luces para analizar si los procesos de diálogo en verdad nos llevarán a la paz que reclama el pueblo o si son estrategias tanto políticas como militares de los sectores en conflicto.

Para ello debemos ver que la insurgencia nace de unas problemáticas sociales y de una historia de opresión al pueblo, iniciada con los españoles, quienes no descubrieron nuestras tierras, sino que las invadieron maltratando a los indígenas y pobladores ancestrales hasta hoy día, con el capitalismo devorador y déspota que se viste de Estados Unidos y sigue invadiendo y desterrando a como dé lugar lo nuestro.

Los factores que dan comienzo como tal al levantamiento en armas por parte de varios grupos son, principalmente, la inequidad y brutalidad de la burguesía, asentada con el Frente Nacional, en donde se hace una repartija del poder, sacrificando vidas y sangre de miles de campesinos y ciudadanos colombianos. Sumado a esto, los procesos internacionales de socialismo, como la Unión Soviética, la revolución cubana y los procesos insurgentes en toda América Latina, comienzan a fundamentar las luchas que este pueblo encarnaría.

Colombia, altamente influenciada por las políticas capitalistas y además fuertemente saqueada por el imperialismo norteamericano, hace clara oposición a estos levantamientos, trazando desde allí una guerra cruel y despiadada, bañando en sangre nuestro territorio.

Las guerrillas inicialmente pretenden tomarse el poder de forma ágil y organizada, cargando así su primer derrota, pues el aparato represor estaba muy bien cimentado, además la población estaba lo suficientemente ideologizada para no ceder tan fácilmente a las peticiones y deseos insurgentes de cambio social. Por ende, la guerrilla toma una estrategia denominada Guerra Popular Prolongada, en donde se desea llegar al poder por las armas, pero asumiendo la dificultad de este objetivo, plasmando más bien una resistencia armada, encargada de construir una sociedad alternativa, al tiempo que desenvuelve luchas beligerantes en contra del estado colombiano.

Mientras tanto, la oligarquía se reorganiza e instruye para debilitar y derrotar la insurgencia, objetivo que también ha sido una derrota histórica por parte del Estado, pues ya van mas de 40 años que la insurgencia no deja de existir.

En ese largo tiempo de conflicto, los procesos han sido cambiantes, épocas muy sangrientas y otras mas dialogadas, siendo las dos vías “inaportantes” en una paz verdadera y se ven mas orientadas a intereses políticos y militares.

Ahora mismo, nos encontramos claramente con esa realidad, que se hace cada vez mas cíclica pero en contextos nacionales e internacionales diferentes, pues siempre después de una avanzada militar por parte del estado colombiano, llega un clamor del pueblo por la paz, pues la sangre y la violencia terminan cansando a la población y mas cuando no hay victorias contundentes, es ahí que vienen los procesos de diálogo.

Hay que establecer que la insurgencia a lo largo de la historia manifiesta y deja siempre claro en sus políticas la salida argumentada y dialogada del conflicto, pero a la vez le pone algunas condiciones claras y lógicas, pues la misma historia les corrobora que dejar las armas no es buen proceso para ellos, porque primero, hay que ser claros y si el Estado busca un diálogo es precisamente porque hay un pueblo levantado en armas, dejarlas sería dejar también sus ideales, pues ya no estarían en posición de dialogar, sino de sumirse a las decisiones que se les imponga, además cuando lo han hecho, sus integrantes han terminado al borde de la extinción. Ahora por parte del estado colombiano es claro que el diálogo obedece, no a un querer, sino a una presión del pueblo que se cansa de la miserable guerra.

¿Qué va a pasar entonces? Muy posiblemente estemos a las puertas de un nuevo proceso dialogado entre los actores del conflicto armado, pues luego de un pesado y largo periodo de presidencia de Álvaro Uribe Vélez, quien pretendió acabar la guerrilla con violencia despiadada y no lo logró, da lugar al cansancio y desapego del pueblo a esa política y los aires comienzan a tornarse dialogados y “pacíficos”. El Estado en algún momento, quiéralo o no, debería ceder al clamor del pueblo; por ende, el proceso de diálogo se daría más como artimaña electoral que como verdadero interés de cambio social y la insurgencia en estos procesos logra una penetración ideológica y militar fuerte, pues tienen la forma de organizarse mejor y expandirse, en aras de llegar a los ideales socialistas. Es así que estos procesos pueden tornarse meramente en juegos políticos de parte y parte, con claras intenciones. Será entonces la voluntad del pueblo quien verdaderamente puede tomarse un proceso serio y buscar desde ahí la paz.

El pueblo, entonces, debe en estos momentos propender por la paz, pero tomársela, llevarla a cabo, cambiar el país, destruir el capitalismo que nos agrede, en estos momentos tenemos un llamado latinoamericano, debemos unirnos y enfrentar la explotación, hacer país, hacer patria, lograr liberarnos, sin ceder, no podemos dar un paso atrás en la búsqueda de la dignidad, porque solo llegando al poder de todos, al poder popular, lograremos alcanzar la paz, la dignidad y la justicia.

Quizás ahí este nuestra paz, enfrentando nuestros propios problemas, construyéndonos como nuevos seres humanos.




“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.
Rodolfo Walsh


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