¿QUÉ PUEDE HACER EL PENSAMIENTO CRÍTICO?
Aparte del texto leído por el Dr. Renán Vega Cantor con motivo de la entrega formal del Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2007, el día 7 de agosto de 2008.
Vale preguntarse qué función tiene el pensamiento crítico en una sociedad como la colombiana, en la cual se ha impuesto, tal vez como en pocos lugares del continente, el pensamiento único de clara estirpe neoliberal, impulsado por los medios de comunicación, las clases dominantes y las multinacionales, todo lo cual, junto con la violencia, ha llevado al arrinconamiento y a la asfixia de la intelectualidad de izquierda, la mayor parte de la cual fue cooptada por el propio capitalismo en las últimas décadas. Esto ha hecho que ciertos escritores, investigadores y profesores universitarios, provenientes de la izquierda, se convirtieran en los intelectuales orgánicos de las viejas y nuevas formas de dominación capitalista llegándose al extremo de que hoy algunos plumíferos justifican y aplauden como legítimas las acciones ilegales del régimen colombiano. Estos mercenarios del pensamiento, que han alquilado y vendido su conciencia a muy bajo precio, cumplen la función de justificar el terrorismo de Estado contra la población colombiana a nombre de la pretendida guerra contra el terrorismo, de las supuestas ventajas del libre mercado y de las migajas que les caen al asumir una postura de genuflexión incondicional ante Estados Unidos. Todo eso, además, sólo busca hacer presentables las políticas más antipopulares que se registren en los anales de la historia nacional. A todos esos burócratas del pensamiento, pueden aplicárseles de manera textual las palabras de Bertolt Brecht: “Quien no sabe la verdad sólo es un estúpido, pero quien la sabe y la llama mentira, es un criminal”.
En contravía con ese pensamiento servil, en “estos tiempos de mentira e infamia”, como diría Antonio Machado, los intelectuales críticos deben preservar en la labor de desentrañar todas las formas de explotación, opresión y sometimiento, asumiendo el papel de cuestionar las mentiras que a diario nos repiten los medios de intoxicación masiva y los intelectuales domesticados, que sólo buscan embellecer al capitalismo y nublar el entendimiento de la gente. En el mundo incierto en el que nos ha tocado vivir, a esos intelectuales críticos les corresponde ayudar a diseñar instrumentos analíticos, adecuados a las urgencias de nuestra época, que ayuden a entender lo que está pasando, recuperando al mismo tiempo las innumerables luchas y rebeliones que los humillados y ofendidos han librado a través de la historia y contribuyendo a construir alternativas que recuperen la esperanza. Como no podemos permitir que los medios piensen por nosotros, puesto que eso sólo conduce a que se ame a los opresores y se odie a los oprimidos, es imprescindible seguir pensando y actuando en contra de los lugares comunes que pretenden eternizar al capitalismo. Por eso, hemos querido dilucidar el sentido de las patrañas terminológicas de moda (expresadas en términos vacíos y sin sentido como “sociedad del conocimiento” o “imperio”, y muchas más), pero no para quedarnos en la pura crítica, sino para invitar a profesores, estudiantes, líderes sociales, activistas, dirigentes populares y sindicales a que con esfuerzo intelectual superen los múltiples obstáculos y ayuden a diseñar alternativas al capitalismo realmente existente.
La propuesta que desarrollamos, busca recalcar que el conocimiento tiene una función social, máxime si presume de ser crítico, porque en la actualidad es urgente recrear la educación política de las nuevas generaciones, evitando los manuales que tanto daño nos hicieron, para incentivar a la gente a pensar por cuenta propia, a no tragar entero lo que dicen los medios de desinformación, ni a creer en toda la propaganda que nos anuncia a diario que estamos ante el fin de la historia y que enfrentar al capitalismo es inútil porque ante el mismo no existen alternativas. En este sentido, reivindicamos un tipo de reflexión proscrita en el mundo académico, que recupera el lenguaje clásico de diversas vertientes emancipatorias, entre las cuales sobresalen variadas interpretaciones marxistas, ambientalistas, feministas, anarquistas, indianistas y críticas de la razón instrumental. Esa reflexión no ha buscado quedarse en la mera contemplación, sino que busca construir con comunidades educativas, docentes y sindicales, entre otras, propuestas teóricas y metodológicas que permitan acercarnos a la comprensión de este mundo incierto, así como en el diseño de instrumentos de conocimiento que integren a grupos humanos, a partir de sus necesidades y expectativas concretas.
En el pensamiento crítico está hacer un esfuerzo de síntesis que intente romper con las especializaciones restringidas en el ámbito de las ciencias sociales que tanto nos constriñen, y analizar grandes problemas de la humanidad, tales como el ecocidio planetario, las formas de explotación del trabajo, la mercantilización de todo lo existente, el impacto contradictorio de la tecnociencia, las transformaciones educativas y su relación con las políticas imperialistas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional… El objetivo consiste en presentarles a los profesores, activistas y dirigentes sociales un panorama amplio de los principales cambios mundiales e indagar cómo inciden en diversos aspectos de nuestra realidad cotidiana, y cómo podría aprovecharse esa información en el trabajo intelectual y político práctico en el aula de clase, en el barrio, en el sindicato y en otros espacios. Esto se ha hecho porque consideramos que el conocimiento no debe quedar en manos de expertos que lo monopolizan, sino que el saber tiene una función social que debe ayudar a la gente a enfrentar, con razones y argumentos, los problemas que la afectan. A este respecto, son iluminadoras las palabras del poeta cubano Roberto Fernández Retamar cuando afirma: “La tarea de los intelectuales latinoamericanos y caribeños no puede ser repetir miméticamente lo que una y otra vez Occidente nos propone como verdades (desde el mentido ‘Descubrimiento’ hasta la supuesta evaporación del imperialismo), sino arribar al pensamiento propio de lo que Bolívar llamó un ‘pequeño género humano’: el cual, por otra parte, sólo de ésta manera logrará desembocar de veras en esa patria que es la humanidad, como sentenció José Martí”.
En esta perspectiva, quisiera bosquejar algunas de las tareas del pensamiento crítico en estos momentos, a saber su irreducible carácter anticapitalista y antiimperialista, recuperar la idea de totalidad concreta para el análisis y comprensión de la imposición mundial del capitalismo, y, por último, vincularlo a las luchas históricas de los oprimidos.
De una parte, consideramos que el pensamiento crítico, en Colombia y en nuestra América, tiene que ser anticapitalista y antiimperialista, porque si ha de ser crítico tiene que ir a la raíz de los problemas y quien quiera entender y transformar la injusticia y la desigualdad hoy en nuestro continente en el sentido profundo del término se encontrara en el camino, tarde o temprano, con el capitalismo y el imperialismo, algo evidente en el caso colombiano. Sin esas categorías analíticas no es posible entender la acumulación de capital y la constitución de una burguesía gansteril, que se ha hecho hegemónica no sólo en Colombia sino en otros países de nuestra América y el mundo.
La óptica anticapitalista permite, en nuestro entender, ir al fondo del asunto de lo que hoy acontece en el mundo y en nuestro continente, porque nos recuerda que es menester ir más allá de las apariencias relucientes de las mercancías y de los supermercados, hasta los hombres y mujeres de carne y hueso que soportan en la vida diaria la explotación, en las maquilas, en las zonas francas, en las fábricas de sudor y de muerte, pero también en las oficinas, en las escuelas, en los consultorios y en todos los lugares de procesamiento informático. Porque los trabajadores siguen existiendo, a pesar de las transformaciones experimentadas por el mundo laboral en las últimas décadas, y continúan siendo el soporte fundamental del capitalismo, quien recurre como siempre a la extorsión de fuerza de trabajo como fuente de acumulación y de ganancia, sin importar la forma ni el tipo de trabajo que se realice.
Ese pensamiento, decimos, precisa ser antiimperialista, porque si algo se ha querido escamotear en las últimas décadas es la existencia de la dominación internacional y de la opresión nacional. El término imperialismo incluso avergüenza a sectores de izquierda que en lugar de usar esa denominación han optado por emplear nociones insustanciales y banales, como las de “globalización” o “era de la información”, con los cuales nos quieren dar a entender que las relaciones internacionales se trasformaron hasta el punto que ya no hay ni dependencia ni dominación entre países, sino interdependencia y ayuda mutua, como expresión del triunfo del mercado. Esa retórica insustancial ha sido desmentida por la dura realidad en los últimos tiempos, como se demuestra con las guerras típicamente imperialistas libradas por Estados Unidos desde diciembre de 1989, cuando fue invadida Panamá. Desde entonces, las continuas agresiones a los países pobres han evidenciado que el imperialismo sigue siendo tan cruel como siempre.
No por azar el reino de España, una caricatura del imperio que fue desarticulado en América mediante la lucha organizada de los pueblos de las colonias en el siglo XIX, pretende dos siglos después reescribir junto a las clases dominantes de nuestra América la historia heroica de los mantuanos y sus descendientes, que tanto temor le han tenido siempre a los indígenas, negros, zambos, mestizos, pobres y humildes, la sabia vital que con sus variados colores tiñe las sociedades de este lado del mundo. En concordancia con sus intereses empresariales, esa España monárquica participa activamente de la celebración oficial de la independencia, para presentarse juntos como los adalides de la libertad y de la democracia, mientras auspician la penetración de las empresas y bancos españoles en todo el continente, los cuales no se distinguen precisamente por respetar ni a la gente ni a los ecosistemas.
Otra característica del pensamiento crítico estriba en pensar los cambios experimentados por el capitalismo a partir de la idea de totalidad, construyendo explicaciones que permitan entender la lógica central del capitalismo en esta fase de despliegue planetario. Casualmente, los sucesos del 11 de septiembre de 2001, demostraron la ineficacia de las teorías débiles y fragmentarias para poder explicar lo que estaba sucediendo –es decir, la imposición mundial del totalitarismo capitalista- y a partir de ese momento diversos autores rescataron la importancia de la crítica de la economía política, como eje analítico medular para entender la lógica del capital y todas sus contradicciones. Escudriñar los mecanismos actuales del sistema capitalista requiere de un esfuerzo por integrar diversos saberes que nos permitan aproximarnos al conocimiento de la forma como el capital se despliega y subordina todo lo que encuentra a su paso, incluyendo la naturaleza. Y ese esfuerzo analítico también precisa de una gran apertura mental, que no se opone a la firmeza política, para interrelacionar lo que pasa en el mundo y lo que sucede en nuestros países, a partir no de un universalismo abstracto sino de un análisis concreto que integre lo mejor del pensamiento emancipatorio con el legado de nuestros grandes pensadores, los que han vivido y luchado al sur del Río Bravo, y que desde el siglo XIX se han atrevido a eso, a pensar, y no simplemente a copiar y a imitar, porque como indicaba José Martí: “Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen el decoro de muchos hombres. Estos son los que se rebelan como fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos la libertad, que es robarles a los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”.
Por último, una característica distintiva del pensamiento crítico radica en plantear y volver a insistir en que no se conoce por conocer sino con una finalidad política expresa de carácter emancipatorio, yendo contra las tendencias pasivas, contemplativas y conformistas. Por ello, el pensamiento crítico debe seguir acompañando las luchas de los oprimidos, aprendiendo de la historia y de la realidad de esas luchas y bosquejando salidas a la crisis civilizatoria de nuestro tiempo. Estamos convencidos de la urgencia para el pensamiento crítico de rescatar las luchas de los oprimidos y de los vencidos, porque, como decía Walter Benjamin, solamente andando con aquéllos sin esperanza no es permitida la esperanza. O como lo planteaba más cerca de nosotros José Martí: “Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”.
Es imprescindible recuperar la historia de las luchas de los pobres, oprimidos y explotados del continente, porque ellas son un espejo para el presente y el futuro. Las experiencias de indígenas, afrodescendientes, campesinos, colonos, obreros, mujeres pobres, recorre la historia de Colombia y América Latina, como un ejemplo vivo y palpitante. Con sus sueños y expectativas han proyectado otro tipo de vida y de sociedad, con valores de igualdad, ayuda mutua, cooperación, sacrificio y entrega. Todos estos valores cobran actualidad ante el aplastamiento del adversario por el fetichismo de la mercancía y del dinero.
El pensamiento crítico no parte de cero, sino que recupera una memoria de esperanza y dignidad, una evocación de las luchas que se han dado a lo largo de la historia de nuestra América y que han cobrado actualidad en los últimos años en Venezuela, Bolivia, Ecuador, México, Cuba, Argentina, Colombia, Brasil y en muchos otros lugares, porque como dice el poeta Juan Gelman, con esto termino:
“Llegó la muerte con su recordación
nosotros vamos a empezar otra vez
la lucha
otra vez vamos a empezar
otra vez vamos a empezar nosotros
contra la gran derrota del mundo
compañeritos que no terminan
o arden en la memoria como fuegos
otra vez
otra vez
otra vez”.
“Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información”.
Rodolfo Walsh
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