Es
melancólico observar aquella vieja universidad transformadora, esa universidad
determinante y legítima, esa en donde los muros eran verbos, en la que se
jugaba a la revolución y a veces se ganaba, a veces se perdía, pero siempre se
intentaba. Qué bella universidad, los estudiantes pensaban y existían, los
profesores educaban, luchaban y respetaban, todos sin temores, porque el poder
popular medio se sentía, medio se vivía y hasta medio se gozaba.
Ahora…
no queremos comparar, sería tal vez un error o un insulto, sería tal vez
demostrar la incapacidad de muchos y la idiotez de otros, o también quizás,
sería aceptar la enorme capacidad del poder económico sobre las luchas del
pueblo. Más que comparar, se debería analizar y comenzar a especular, tal vez
era la beligerancia, tal vez era la incapacidad del gobierno de implementar la
ideología capitalista en su forma más monstruosa (es decir, su forma plena) o
tal vez no fue “nadie”.
“Sin
embargo la actualidad no es tan mala, miren ustedes, fíjense, ya tenemos
cámaras por todo lado, unas que vemos y otras que no, eso sí es seguridad,
tenemos carceleros, perdón, quise decir celadores, hasta con perros que no se
sabe si son antiexplosivos, antidrogas o antiestudiantes, tenemos el acceso
constante de la fuerza pública, quienes cuidan íntegramente de nosotros,
inclusive pegándonos, pues así aprenderemos mejor, además, respetando los
derechos humanos y atrapando a esos subversivos que se tapan la cara y que
defienden sus ideales. Es que ahora la universidad es muy buena, ya no hay que
trabajar (no dejan), ya no hay recursos, pero mejor, esa platica se está
invirtiendo en guerra, a ver si arreglan este país. No, es que mejor dicho,
esta universidad es lo mejor, no le falta sino que saquen a esos prehistóricos,
dinosaurios revolucionarios, que no hacen sino trabajar dizque porque la
universidad sea gratuita, que tenga más beneficios, que sea para y por el
pueblo…”
Esta
es ahora la universidad… muy lejos de ser pública, pero aún quedan rezagos,
otros dinosaurios que creemos que la universidad es para el país, que la
violencia no se puede convertir en un monopolio de estado, que la lucha por la
legitimidad del estudiantado sigue presente, que se opone a una academia
globalizante y productora de eficaces maquinas laborales, que confía en que un
mundo humanista es posible, que se opone a olvidar a los que han caído por
nosotros, que se niega a dejarse imponer atrocidades y que cree como lo decía
el CHE, que “La Universidad no es tuya
ni mía, es del pueblo, por eso la universidad debe vestirse de colores,
pintarse de indígena, de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o si no, la
Universidad debe cerrar sus puertas y el pueblo las abrirá y las romperá y
pintará la Universidad con los colores que mejor le parezca”.
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